Historia del tratamiento contra la malaria

De la leyenda a los tratamientos modernos

La malaria es más antigua incluso que el ser humano. Se cree que esta enfermedad parasitaria que ha acabado con millones de personas pudo haber afectado también a los dinosaurios. En este monográfico nos adentramos en la historia de los tratamientos contra la malaria partiendo de fotografías de la colección personal de objetos del coordinador del programa de Malaria de ISGlobal, Quique Bassat.

QUIQUE BASSAT – PAU RUBIO

Folleto publicitario para el tratamiento con quinina Gove’s Bromo que explica la leyenda peruana.

Folleto publicitario para el tratamiento con quinina Gove’s Bromo que explica la leyenda peruana.

LA LEYENDA PERUANA

Cuenta la leyenda que el primer tratamiento contra la malaria fue descubierto por el indígena peruano Pedro Leiva. Aquejado de fiebres altas, se adentró en la selva andina y fue a beber de un estanque. Al notar que el agua tenía un sabor amargo, reparó en que el tronco de un quino había caído en el estanque. Al cabo de un rato, la fiebre había remitido.

Fuente: WWW.NCBI.NLM.NIH.GOV

Artemisia annua, un
remedio milenario

Con independencia del grado de verdad que pueda encerrar la leyenda peruana, lo cierto es que la medicina tradicional china cuenta con su propio remedio desde hace más de 1.000 años. Se trata de la planta Artemisia annua, base de unos de los tratamientos usados en la actualidad, cuyas hojas se tomaban en infusión.

Foto: Artemisia annua / Wikimedia Commons.

Foto: Artemisia annua / Wikimedia Commons.

Los polvos de quina

El tratamiento de la malaria con quinina está documentado desde hace más de 400 años. Ya en el siglo XVII era habitual entre los misioneros destinados a América del Sur tratar la enfermedad por medio de un polvo que obtenían machacando la corteza del árbol de la quina.

Fuente: WWW.NCBI.NLM.NIH.GOV
RECIPIENTE DE CERÁMICA USADO PARA ALMACENAR POLVOS DE QUINA. FOTO: QUIQUE BASSAT

RECIPIENTE DE CERÁMICA USADO PARA ALMACENAR POLVOS DE QUINA. FOTO: QUIQUE BASSAT

Ilustración del libro de Ricardo Palma que recoge la leyenda Los polvos de la condesa.

Ilustración del libro de Ricardo Palma que recoge la leyenda Los polvos de la condesa.

La leyenda española

Según otra leyenda, la quinina llegó a Europa en 1638 gracias a Francisca Enríquez de Rivera, condesa de Chinchón y virreina del Perú. Después de que los sangrados que le practicaron para tratarla de un episodio grave de “fiebres” resultasen totalmente ineficaces, se recuperó gracias a unos polvos de quina llegados de Loja (actualmente, en Ecuador).

Fuente: RICARDO PALMA, Los polvos de la condesa.

Cinchona

Pese a que el caso de la condesa de Chinchón pertenece a la leyenda, en 1742 el botánico sueco Carl Linnaeus, en homenaje a ella, asignó el nombre de “cinchona” (o “chinchona”) al género al que pertenece el árbol de la quina.

Recipiente para almacenar cinchona. Foto: Quique Bassat.

Recipiente para almacenar cinchona. Foto: Quique Bassat.

Siglo XIX

El siglo XIX resultó decisivo para el tratamiento de la malaria. Los farmacéuticos Pelletier y Caventou consiguieron aislar la quinina y regalaron la patente a la humanidad, con lo que se abrió la puerta a la producción del medicamento a mucha mayor escala.

Recipiente de clorhidrato de quinina de la marca Pelletier, Delondre et Levaillant. Foto: Quique Bassat.

Recipiente de clorhidrato de quinina de la marca Pelletier, Delondre et Levaillant. Foto: Quique Bassat.

De los «polvos de quina»
a la quinina

La quinina fue aislada por primera vez en 1820 por los farmacéuticos franceses Pierre Pelletier y Joseph Caventou a partir de la corteza de la quina. Pelletier y Caventou dieron el nombre de “quinina” a su hallazgo y lo regalaron a la humanidad, ya que publicaron su método sin patentarlo.

Fuente: irwin w. Sherman. Drugs That Changed the World: How Therapeutic Agents Shaped Our Lives. CRC PRESS.

Formulaciones magistrales

En la segunda mitad del siglo XIX proliferaron las formulaciones magistrales o sui generis de quinina o de sus derivados.

Preparado de quinina del siglo XIX. Foto: Quique Bassat.

Preparado de quinina del siglo XIX. Foto: Quique Bassat.

El agua tónica

Los polvos de quina solían beberse disueltos en agua o en vino. Su sabor era tan amargo que para mejorarlo se extendió la costumbre de añadir azúcar u otros ingredientes al agua. Fue así como nació el agua tónica, una bebida de preparación casera hasta que en 1858 un ciudadano inglés llamado Erasmus Bond creó la primera tónica comercial.

Fuente:WWW.SLATE.COM
BOTELLA DE TÓNICA DE LA MARCA SWAMP CHILL AND FEVER. FOTO: QUIQUE BASSAT.

BOTELLA DE TÓNICA DE LA MARCA SWAMP CHILL AND FEVER. FOTO: QUIQUE BASSAT.

Gin-tonic contra la malaria

De la misma manera, la invención del gin-tonic también está ligada a la quinina. El tratamiento y la prevención de la malaria fue imprescindible para garantizar la salud del imperio británico en la India y en otras regiones tropicales. Obligados a tomar su dosis de quinina diaria, entre los oficiales del ejército británico se extendió la costumbre de mezclarla con gaseosa y azúcar, una combinación a la que acabarían añadiendo ginebra para hacerla más apetitosa.

Fuentes: WWW.SLATE.COM | WWW.JOTDOWN.ES
Foto: Imagen de pholies en Pixabay

Foto: Imagen de pholies en Pixabay

Los vinos quinados

Algo similar ocurrió con los vinos quinados. La costumbre de disolver la quinina en vino llevó a la producción comercial de este tipo de bebidas, que vivieron su momento de máximo esplendor a finales del siglo XIX y que se vendían como tónicos reconstituyentes para toda la familia. Uno de los más populares fue Grove’s Chill Tonic, utilizado por el ejército británico como tratamiento preventivo de la malaria en zonas tropicales y producto superventas en los hogares del Reino Unido, donde presumía a través de la publicidad de volver a niños y adultos “gordos como cerdos”.

La quinina holandesa.
El nuevo monopolio: Charles Ledger

En el s. XIX, en pleno apogeo del colonialismo, la quinina se convirtió en un producto cada vez más cotizado. Las grandes potencias europeas buscaban sin éxito la manera de controlar la producción de la materia prima para fabricar el antídoto de la malaria. Conocedor de la situación, el aventurero Charles Ledger vio en la quinina una oportunidad de salir de la bancarrota. Ledger había pasado varios años recorriendo América del Sur en una empresa extravagante: reunir un rebaño de alpacas y conducirlo hasta Australia. Como consecuencia de ello, recordaba un bosque de magníficos árboles de quina en Bolivia. De manera que envió a su asistente, Manuel Incra Mamani, en busca de aquel lugar. Tras un lustro de intentos infructuosos, Manuel Incra Mamani regresó con semillas de aquella especie extraordinaria. Ledger intentó venderlas a la administración británica sin éxito, y finalmente solo consiguió colocarlas a un representante del gobierno holandés a un precio ridículo. Holanda sembró las semillas en Indonesia, donde en poco tiempo floreció una plantación de tal productividad y calidad que permitió dejar atrás a todos los competidores y establecer un auténtico monopolio del comercio de la quinina.

Fuente: Irwin W. Sherman. Drugs That Changed the World: How Therapeutic Agents Shaped Our Lives. CRC PRESS.

La malaria en las guerras

Como si fuera un ejército invisible, los parásitos del género Plasmodium causantes de la malaria han desempeñado un papel fundamental en la historia militar diezmando tropas y causando a menudo más bajas que el ejército enemigo. De ahí la importancia estratégica del tratamiento contra la enfermedad.

Recipiente utilizado en la guerra de secesión para el almacenaje de quinina. Foto: Quique Bassat.

Recipiente utilizado en la guerra de secesión para el almacenaje de quinina. Foto: Quique Bassat.

LA GUERRA DE SECESIÓN NORTEAMERICANA

En su avance hacia el sur, las tropas del norte que se disponían a cruzar el río Chickahominy fueron atacadas por un enemigo inesperado. Lo llamaron “fiebre del Chickahominy”, contra la cual, según el testimonio que dejó el coronel Wesley Brainerd, “no parecía haber otro antídoto que la quinina en inmensas cantidades”. Según el coronel Brainerd, “el ejército perdió muchos más hombres a causa de esta enfermedad que por las balas del enemigo»[1]. Durante la guerra de secesión se contabilizaron 1 millón de casos de malaria entre las tropas[2]. Más del 22% de los soldados del Norte que precisaron tratamiento médico fueron diagnosticados de malaria[3]. La imagen muestra una de las cantimploras utilizadas por los soldados del ejército confederado para guardar la quinina.

fuentes: [1] Smithsonian Civil War: Inside the National Collection. Smithsonian Institution, 29 oct. 2013 – 368 páginas [2] BOLLET AJ. AN ANALYSIS OF THE MEDICAL PROBLEMS OF THE CIVIL WAR. TRANS AM CLIN CLIMATOL ASSOC. 1992;103:128-41. [3] Reilly RF. Medical and surgical care during the American Civil War, 1861–1865. Proceedings (Baylor University Medical Center). 2016;29(2):138-142.

LA I GUERRA MUNDIAL

La quinina resultó determinante, una vez más, durante la I Guerra Mundial, en la que la malaria causó estragos. Se calcula que la enfermedad afectó a más de 1,5 millones de soldados.[4] En el transcurso de la guerra se produjeron diversas epidemias. La registrada en Macedonia llegó a bloquear el frente durante tres años. El 80% de las tropas francesas en la zona requirieron ingreso hospitalario como consecuencia de la infección. El ejército británico, que allí contaba con una fuerza media de 124.000 soldados, contabilizó 162.512 ingresos hospitalarios por malaria, frente a los 23.762 muertos o desaparecidos en combate, heridos o capturados por el enemigo.[5]

FUENTES: [4] Brabin, BJ. Malaria’s contribution to World War One – the unexpected adversary. Malaria Journal201413:497 | https://malariajournal.biomedcentral.com [5] Russell, Paul P., West Luther S., and Manwell, Reginald U.: Practical Malariology .Philadelphia: W. B. Saunders Co., 1946. (2) MacDonald, A. G.: Prevention of Malaria. In History of the Great War Based on Official Documents. Medical Services, Hygiene of the War, edited by W. G. Macpherson, W. H, Horrocks, and W. W. 0. Beveridge. London: His Majesty’s Stationery Office,: 1928, vol. II, pp. 189-238.

LA II GUERRA MUNDIAL

“¡Esta será una guerra larga si por cada división que tengo enfrentándose al enemigo debo contar con una segunda división en el hospital con malaria y una tercera convaleciente de esta enfermedad debilitante!” (General Douglas MacArthur, 1943)

Indonesia, donde se concentraba el 90% de la producción de quinina del planeta, fue invadida por Japón durante la II Guerra Mundial.

Mientras tanto, los parásitos del género Plasmodium y los mosquitos Anopheles, a los que los soldados americanos se referían con el apelativo cariñoso de “Ann”, formaban un tercer bloque ajeno a los intereses de las potencias aliadas o del Eje.

Solamente en el ejército de los Estados Unidos se registrarían unos 695.000 casos de malaria durante la guerra[6]. De ahí que el desarrollo de nuevos fármacos alternativos a la quinina se convirtiese en un objetivo militar de importancia estratégica, por lo que EEUU se lanzó a una campaña sin precedentes en busca de nuevos antimaláricos.

FUENTE:
[6]Ognibene AJ, Barrett, O. Malaria: Introduction and Background. In: Internal Medicine in Vietnam (Vol II): General Medicine and Infectious Diseases. Ognibene AJ, Barrett O (eds.). Office of the Surgeon General, Center of Military History, U.S. Army; Washington, DC, 1982:271–278.

LA II GUERRA MUNDIAL: LA ATEBRINA

En paralelo, los aliados decidieron incrementar la producción de quinina en América Latina e introducir la mepacrina como tratamiento contra la malaria. Conocida con el nombre comercial de Atebrin, la mepacrina era un medicamento sintético que había sido aprobado en los años 30. Sus efectos secundarios y su sabor desagradable hacían que muchos soldados fuesen reacios a su ingesta, pese a que era obligatoria, por lo que se desarrollaron campañas para su concienciación.

LA PRIMERA QUININA SINTÉTICA

En 1944 William Doering y Robert Woodward dieron a conocer un logro científico que se había perseguido durante mucho tiempo: la síntesis de la quinina en el laboratorio. Sin embargo, pese al entusiasmo con que fue acogido el anuncio, la síntesis de Doering y Woodward era demasiado compleja como para pensar en una producción comercial de quinina sintética. Además del Atabrine, en el mercado pronto habría otras alternativas mejores.

Fuente: Irwin W. Sherman. Drugs That Changed the World: How Therapeutic Agents Shaped Our Lives. CRC PRESS.
WILLIAM DOERING Y ROBERT WOODWARD.

WILLIAM DOERING Y ROBERT WOODWARD.

Caja de Nivaquine Foto: Quique Bassat.

La cloroquina

En 1946, tras cuatro años de investigación intensa a lo largo de los cuales se analizaron más de 14.000 compuestos, Estados Unidos presentó un nuevo antimalárico sintético: la cloroquina. La cloroquina era más eficaz que el Atabrine, no tenía sus efectos secundarios y sí se podía producir comercialmente. Pero en realidad no era enteramente nueva: el compuesto que dio lugar al que a partir de entonces sería el tratamiento de primera línea contra la malaria había sido desarrollado por químicos alemanes en los años 30. La cloroquina permitió a la OMS lanzar una Campaña Mundial de Erradicación de la Malaria en 1955. Gracias a este medicamento y al insecticida DDT, se consiguió eliminar la malaria en Australia, Estados Unidos, la mayor parte de Europa y otros países desarrollados.[7]

Fuente: [7] Sherman, Irwin W. Drugs That Changed the World: How Therapeutic Agents Shaped Our Lives. CRC PRESS, 2016

Ciudadanos vietnamitas ingieren el tratamiento antimalárico.

La guerra de Vietnam

Durante la guerra de Vietnam, la malaria volvió a convertirse en un problema de primer orden para ambos bandos. Los tratamientos conocidos hasta la fecha se volvieron ineficaces ante la irrupción de parásitos resistentes.

La Guerra de Vietnam: Mefloquina

EEUU, a través del Instituto de investigación del ejército Walter Reed, puso en marcha un nuevo programa intensivo para dar con un fármaco alternativo. Así fue como desarrollaron la mefloquina, que demostró eficacia contra los parásitos resistentes a la cloroquina y fue usada en todo el mundo, a pesar de que sus efectos secundarios incluían problemas neuropsiquiátricos.

Fuente: Irwin W. Sherman. Drugs That Changed the World: How Therapeutic Agents Shaped Our Lives. CRC PRESS.
Mefloquina de la marca Lariam. Foto: David Davies

Mefloquina de la marca Lariam. Foto: David Davies

La Guerra de Vietnam: Artemisinina

En paralelo, China lanzó el Proyecto 523, un proyecto militar secreto destinado a encontrar un nuevo antimalárico con el que ayudar a sus aliados vietnamitas. El Proyecto 523 reclutó a medio millar de científicos, que se dedicaron a analizar más de 2.000 extractos de plantas. Tras un trabajo arduo, consiguieron desarrollar la artemisinina a partir de la planta Artemisia annua. Detrás del avance que dio al mundo el antimalárico más eficaz hasta la fecha había una mujer: la investigadora Youyou Tu, quien recibió el Premio Nobel de Medicina en 2015[8].

FUENTE: [8] HTTPS://WWW.NCBI.NLM.NIH.GOV/PMC/ARTICLES/PMC4702971/
LA CIENTÍFICA TU YOUYOU, EN LOS AÑOS 50. FOTO: WIKIMEDIA COMMONS.

LA CIENTÍFICA TU YOUYOU, EN LOS AÑOS 50. FOTO: WIKIMEDIA COMMONS.

Los tratamientos modernos

El siglo XX, marcado por las guerras en las que la malaria jugó un papel determinante, pasó a la historia también por la eliminación de la enfermedad en toda Europa occidental.

Envase y frasco de Plasmochin simplex. Foto: Quique Bassat.

Envase y frasco de Plasmochin simplex. Foto: Quique Bassat.

DE LOS FÁRMACOS TÓXICOS A LA PRIMAQUINA

El primero de los fármacos desarrollados para prevenir las recaídas típicas de la malaria por Plasmodium vivax o Plasmodium ovale fue la pamaquina, sintetizada en 1924, pero con importantes efectos secundarios. La pamaquina fue sustituida por la primaquina, que fue creada en 1946 y tenía un grado de toxicidad algo inferior al de la pamaquina. Sus efectos secundarios incluyen vómitos, diarrea y cólicos abdominales, entre otros. En 2018 vio por fin la luz un nuevo fármaco de esta familia, la tafenoquina, después de décadas de desarrollo.

El fin de la malaria en España

A lo largo de la historia, España ha sido un país endémico de malaria. Al inicio del siglo XX morían 4.000 personas cada año por la enfermedad. Con la llegada de la quinina y la mejora de las condiciones sanitarias, el número de casos comenzó a disminuir notablemente. Sin embargo, tras la guerra civil española la malaria repuntó y volvió a ser un problema de salud pública. ¡En 1941, era la causa número 11 de muerte en el país! Finalmente, el uso de nuevos antimaláricos, la introducción de DDT y la mejora de las condiciones de higiene lograron acabar con la transmisión de la enfermedad: la última muerte por malaria autóctona ocurrió en 1959, en pleno franquismo, y los últimos casos declarados fueron en 1961. España  fue uno de los últimos países en Europa occidental en ser declarada libre de malaria por la Organización Mundial de la Salud, en 1964. Siguieron Italia en 1970, y Portugal y Grecia en 1973.

FUENTE:WWW.NCBI.NLM.NIH.GOV

La Malaria: Una cuestión de Estado

La eliminación de la malaria en Italia fue posible en gran medida gracias a la quinina. A lo largo de varias décadas convulsas, el Estado italiano pasó de una monarquía, a un régimen fascista y, finalmente, a una república. Sin embargo, todos estos gobiernos sucesivos tuvieron un rasgo en común: la apuesta por la producción de quinina a través de un monopolio estatal que controlaba el precio del medicamento. Entre las medidas que se tomaron figuraron el drenaje de las aguas estancadas, la distribución de quinina en los estancos e incluso ¡la producción de tabletas de chocolate a la quinina!

La Malaria contra la sífilis

La malaria causada de forma deliberada fue utilizada en la época pre-antibióticos como tratamiento de otras enfermedades muy graves, como la sífilis en sus estadios más tardíos. La inoculación por vía intravenosa de sangre infectada con parásitos de la malaria tenía un efecto pirético previsible, y el aumento de la temperatura corporal (fiebre inducida), efectos teóricamente beneficiosos sobre la neurosífilis. Este descubrimiento le valió al psiquiatra austríaco Julius Wagner-Jauregg el premio Nobel de Medicina en el año 1927, aunque el verdadero efecto curativo de la malarioterapia es difícil de evaluar.

Fuente: Irwin W. Sherman. Drugs That Changed the World: How Therapeutic Agents Shaped Our Lives. CRC PRESS.
PORTADILLA DEL LIBRO NUESTRA EXPERIENCIA CLÍNICA SOBRE LA MALARIOTERAPIA DE LA PARÁLISIS GENERAL PROGRESIVA.

PORTADILLA DEL LIBRO NUESTRA EXPERIENCIA CLÍNICA SOBRE LA MALARIOTERAPIA DE LA PARÁLISIS GENERAL PROGRESIVA.

Fotografía de tratamientos actuales realizada en el centro de salud de Awash. Foto: Quique Bassat.

Fotografía de tratamientos actuales realizada en el centro de salud de Awash. Foto: Quique Bassat.

TRATAMIENTOS ACTUALES

Desde hace siete años, el tratamiento de elección para la malaria grave en todo el mundo es el artesunato endovenoso. La indicación de esta opción ha supuesto el primer gran cambio de paradigma en el tratamiento de la malaria grave en siglos.

Las terapias combinadas con artemisinina son el tratamiento de primera línea para tratar la malaria sin complicaciones, y han jugado un papel primordial en la reducción de casos de malaria en las últimas décadas. La mala noticia es que, como ocurrió previamente con la cloroquina, han comenzado a surgir parásitos resistentes a la artemisinina en el sureste Asiático que podrían propagarse al resto del mundo.

El incremento de las resistencias a los diferentes tratamientos contra la malaria hace que sea urgente dar con nuevos medicamentos para combatir la enfermedad.

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Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal)

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